Sinopsis

En un pueblo norteño el rico Cruz contrae una deuda de juego. Su hijo Silvano la pagará vendiendo joyas de su madre pero luego gana más y a su vez se deja ganar por su padre. Justina, examante de Silvano, se hace amante de Cruz para dar celos a Silvano, que es novio de Marielba. El sinvergüenza Sotero y sus amigos desean hacer prefecto a Cruz para que favorezca sus turbios negocios y otros convencen a Silvano para que compita por la prefectura. El hijo gana y su padre lo ofende, se exhibe con su amante y riñe con un boxeador, por lo que es apresado. Silvano también por golpear a los amigos de su padre. Luego Cruz se va a vivir con Justina y para complacer a ésta y hacer que su padre la deje, Silvano rompe con Marielba. Cruz golpea a su hijo. La esposa de Cruz enferma y al agonizar logra que su marido y su hijo se reconcilien. El argumento de esta película que comienza en divertida comedia regionalismo (espléndidamente dialogada en "norteño") y termina en melodrama insufrible, se aplica de la forma más maniquea al acumular bondades en un personaje (el hijo) y maldades en el otro (el padre). Fernando Soler ha dejado hijos naturales regados por toda la región, abofetea a Infante sin causa justificada, es incapaz de darse cuenta de que su retoño ha crecido (no lo deja ni fumar), humilla a su santa esposa y la deja por una coqueta imperdonable, sirve a los propósitos politiqueros de unos malvivientes, es alérgico al trabajo y, en definitiva, ofrece un rico y variado muestrario de todos los vicios y defectos que puedan atribuirse a la encarnación paternal. Pedro Infante, en cambio, es tan buen hijo que sigue a pie juntillas la bíblica sentencia de "no juzgarás a tus padres", adora a su madre, quiere fundar un buen hogar mexicano son su noviecita santa, canta como los ángeles en pleno idilio con su caballo Cancia, es capaz de los mayores sacrificios y sirve a la comunidad aceptando ser el candidato de los mejores electores. Se diría frete a todo eso que ni al realizador, ni a los personajes, nos los espectadores, debe quedarles la menor duda de qué partido tomar. Pero Ismael Rodríguez está listo a cualquier cosa menos a tomar partido. Al fin y al cabo, padre e hijo resultan igualmente simpáticos porque ambos son muy mexicanos y porque están interpretados por dos actores "muy queridos por el público" a quienes ha sido un acierto taquillero reunir en una película. Además padre e hijo representan las dos caras del muy admirado macho, y esas caras sin intercambiables. ¿O no parece el padre, al que le vive incluso su vieja nana, un hijo desobediente e irresponsable? ¿O no parece el hijo un padre maduro y responsable que cuida los malos pasos de su hijo-padre?. Uno y otros son pues en el fondo la misma cosa, aunque parezcan opuestos, y eso queda del todo probado cuando ambos lloran desconsolados ante el cadáver de quien podría ser madre de su marido o esposa de su hijo. Ese final puede pasar por perfecto para una película tan vital y tan divertida como convencional y gimotenate, pero Ismael Rodríguez hizo el cálculo comercial de que convenía darle una continuación con "No desearás la mujer de tu hijo". Emilio García Riera. Historia Documental del Cine Mexicano. Tomo 5. Pp.103